LA MUJER Y EL DESIERTO
Por mucho que lo intentara, no creo que pudiera expresar con palabras lo que este viaje al desierto supuso para mí. En julio del 2019 viajé con Ali (mi amiga de la infancia y de la vida a la que adoro) a Marrakech y, desde allí, nos fuimos al desierto de Merzouga en el Sáhara. Cuando llegamos allí después de dos días de viaje en un autobús lleno de desconocidos, no podía creer lo que veían mis ojos. Las dunas parecían pinturas a lo lejos, como si formaran parte de un lienzo. En ese momento me di cuenta de que ese lugar se iba a quedar con un pedazo de mí para siempre. Durante el viaje no dejaba de acordarme de el “Alquimista” de Paulo Cohelo y me preguntaba cómo habría podido el autor expresar con palabras lo que yo estaba viviendo en ese momento de mi vida, en ese mismo viaje. Es verdad que Marruecos y el desierto tienen una luz y una energía que sólo he podido sentir allí. Probablemente por eso mismo los marroquíes también me conquistaron. Sus historias, su humildad, su resiliencia y capacidad para conectar la gente, su lucha interminable para ganarse la vida para acabar finalmente invitando a unas desconocidas a un té recién hecho.
Justo el momento antes de tomar estas fotografías estábamos disfrutando de un buen baño en una “lujosa” piscina a los pies de las dunas. Nos encontrábamos en uno de los lugares más áridos del planeta donde los niños no tienen agua para lavarse la cara y allí estábamos nosotras, un grupo de turistas desconocidas, haciendo algo habitual para nosotras en el lugar menos habitual en el que podrías hacerlo del mundo. Con el sabor de la impotencia todavía en la boca, pude atisbar desde el agua (como me gusta esta palabra) las dunas del desierto justo delante de mí así que, como no podía aguantarme más a pisar esa arena, les propuse a mis recién conocidas compañeras de viaje y a Ali que “¿por qué no vamos a rebozarnos a las dunas y hacemos la croqueta?. A lo que una de las chicas mejicanas contestó “¿Haser un empanisado?”. Acto seguido salimos corriendo del agua, atravesamos un grupo de puertas al más puro estilo de Aladdin y allí estábamos, justo a las puertas del desierto más grande que existe.
Y esto fue lo que ocurrió.
PD: Gracias, Ali, porque tu valentía, fuerza y sonrisa me inspiran cada día. También te quiero dar las gracias por ser la compañera de viaje perfecta, y no me refiero sólo a Marruecos.