LA MUJER Y LA RELIGIÓN
De febrero a octubre del 2019 experimenté un embarazo artístico. Pasé nueve meses estudiando e investigando a la mujer en el Islam con el objetivo de hacer una obra de teatro que al final no se hizo. Pero no penséis que no sirvió para nada puesto que, toda esa investigación acabó regalándome (como era de esperar) un profundo y riquísimo proceso introspectivo sobre la vida y nuestra existencia que acabaría siendo muchísimo más de lo que yo jamás podría haber soñado. Así lo siento. Aún así, durante esos meses, me metí de lleno en la tarea de poner mi alma y mis sentidos al servicio de una religión que carga sus espaldas una larga historia de guerras y sufrimiento.
No tardé mucho en darme de cuenta de la cantidad de prejuicios, elegidos o no hacia, esta religión. Sus costumbres, sus rezos, el sonido de su idioma, los colores de sus ropas y “abayas”, el Corán, la relación histórica entre “ellos” y “nosotros”, nuestras guerras y las de ellos… Eran imágenes y conceptos desordenados que me venían a la cabeza sin ningún tipo de orden ni conocimiento real así como el rechazo de otras. Así que me puse a estudiar, mucho. Cada vez que leía un artículo nuevo o investigaba sobre un asunto concreto era como abrir un nuevo melón que me llevaría a nuevos lugares, a nuevos puertos con sus nuevos habitantes y sus propias historias…
Una de las cosas que más me impactó de todo este proceso fue que allí donde esperaba encontrar mucha oscuridad encontré luz; allí donde pensaba encontrar el color negro negro, encontré el arcoiris ; allí donde pensaba encontrar drama, encontré paz… Mi cabeza y mi corazón empezaron a agrandarse por momentos y experimenté el gusto por el conocimiento. Claro que hubo cosas con las que no me sentí ni me siento identificada y que me duelen, pero aprendí que no son cosas que les pertenecen solo a un colectivo o grupo de gente. Son asuntos que nos pertenecen a todos y forman parte de la historia colectiva de la humanidad. Las mujeres somos esa parte de la historia.
Llevamos desde el principio de todo asistiendo impotentes a que manos ajenas escriban sobre nosotras con una caligrafía extraña, borrosa y errónea, unos tratados que pretenden que sean permanentes. Pero no tuvieron en cuenta que nosotras, las mujeres, nos juntaríamos y crearíamos juntas un jabón para borrarlo todo. Todavía nos queda mucho por delante, pero poco a poco va quedando menos tinta que borrar.
Gracias, mamá, por ser la mujer de mi vida y ayudarme a realizar estas fotografías.